lunes, 13 de marzo de 2023

MATIAS BUIL GRAU. ENTRE JIBAROS

 

ENTRE LOS JIBAROS DE ECUADOR 

En los albores de las primitivas misiones entre los shuaras, descolló por mérito y virtud, este gran hombre de cuerpo y alma. Entró en la Congregación ya mayor como hoy se estila. Había sido antes sacerdote y párroco en Barcelona. Fue testigo de los desmanes de la Semana Trágica, que llegaron también a quemar las Escuelas Populares de Rocafort. A raíz de estos eventos pidió ir a Misiones.

Los Superiores, necesitando un hombre de calidad y de experiencia, lo enviaron al Vicariato de Méndez del Ecuador, en calidad de Pro-Vicario Apostólico. El primer Vicario, Don Santiago Costamagna, consagrado Obispo el 23 de mayo de 1895, no pudo entrar en su jurisdicción por prohibición tajante del gobierno ecuatoriano.

El P. Matías, como buen catalán que era (era estadillano, y así se ha demostrado), estudió con detenimiento su situación, y arregló su pasaporte en calidad de viajante, con nombre fingido y sin hacer constar su identidad sacerdotal. Por consiguiente, entró de paisano y, apenas pudo, se lanzó a la aventura de conquistar para Cristo las almas de los aborígenes del Oriente Ecuatoriano, los famosos shuaras.

Trabajó en Méndez, Gualaquiza, Cuenca, El Pan y Macas. En todas partes dejó huellas de su saber y de su trabajo silencioso, pero eficaz. En Cuenca se hizo cargo de la «Alianza Obrera», sociedad de los trabajadores del Ecuador. Defendió sus derechos contra vientos y mareas, solucionó sus problemas e hizo de la Alianza una verdadera familia. Para instrucción religiosa de las familias creó la revista «El granito de arena» que penetró en todos los hogares haciendo mucho bien. En El Pan, cita obligada de los misioneros en camino hacia el Oriente, recibía con los brazos abiertos a todos los que por allí pasaban. Les daba buenos y sabios consejos, apoyado en la experiencia de los años de misión y les atendía hasta en los más mínimos detalles. En 1928, ya anciano, realizó un viaje a Macas. Fue cómo la «despedida» a las Misiones. Salió enfermo y el 21 de agosto de 1930 volaba al cielo. Murió como había vivido, es decir: Como Sacerdote. Y del sacerdote decía San Juan María Vianney: «Lo que es el sacerdote no se conocerá jamás en la tierra; sólo lo conoceremos en el cielo. Porque, si lo conociéramos en este mundo, moriríamos no de temor, sino de amor». Del Padre Matías podemos decir lo que se dijo de San Juan Bosco: «No dio un paso, no pronunció una palabra, no emprendió empresa alguna que no mirase a la salvación de la juventud. Realmente, no se preocupó más que de las almas». (D. Rúa, Cir. 29-1-1896)

Información integra de revista Hornaguera num. 242 publicada en diciembre de 1980