viernes, 30 de septiembre de 2022

HEROES DE LOS SITIOS DE ZARAGOZA

 JOSE DE SANGENIS Y TORRES


 

Si nos pusiéramos frente a la casa señorial “Casa Llari” que se encuentra en la plaza del ayuntamiento de Estadilla, desde allí mismo podríamos explicar, quien vivió allí y que gran olvido se tuvo de esta persona, una persona que no nacida en Estadilla, se afinco en ella, muriendo en Estadilla y además enterrado en la misma.

Actual "Casa Llari"
Jose Sangenis y Torres, natural de Albelda se casó 1826 por segundas nupcias con la viuda Petronila Mata y Marzo ella hereda entonces esta casa señorial, casa que fue propiedad de su primer marido Lorenzo Navarro y que actualmente se le conoce como “casa Llari”. Tan solo dos años de matrimonio, pues Jose de Sangenis, falleció en Estadilla el 30 de septiembre de 1828, siendo sepultado en la iglesia parroquial y en la primera capilla a la derecha, en la sepultura de su casa. Falleciendo su segunda esposa, Petronila Mata, en la propia Estadilla el 8 de junio de 1861

Los escritos encontrados de la historia de Jose de Sangenis y Torres, enterrado en tierras de Estadilla dicen así:

En el artículo de la revista Linajes de Aragón del 1 de marzo de 1912

 (Biblioteca virtual de Aragón)

D. José de Sangenis y Torres, señor de Blancafort, nacido en Albelda el 22 de septiembre de 1764. De este dice D. Mario de la Sala, en su obra citada Obelisco histórico, que, a raíz del levantamiento de Zaragoza en mayo de 1808, y siendo ya teniente coronel, le confirió Palafox el mando militar del partido de Barbastro y su frontera; debiéndose en gran parte a su celo y actividad la organización de aquellas famosas treinta compañías llamadas los tercios de Barbastro, a cuyo cuidado estuvo la frontera pirenaica durante el primer sitio de Zaragoza.

A la terminación de este llegó D. Jose de Sangenis escoltando el gran convoy con diez de las expresadas compañías, y Palafox le comisionó la ordenación del batallón ligero de Torrero, con cuyas 800 plazas se batió gloriosamente en el segundo sitio, por cuyos méritos fue ascendido a brigadier y nombrado gobernador de Lérida y jefe militar de los valles de Segre y Cinca. Relevado del gobierno de Lérida por el general García Conde, permaneció en dicha plaza, bloqueada por el mariscal Suchet, hasta que, por la capitulación de 14 de mayo de 1810, quedo prisionero de guerra y conducido a Francia en tal clase. A su regreso de Francia fue nombrado en 1820 individuo de la Diputación provincial del reino de Aragón, residiendo en Zaragoza.

Este D. Jose de Sangenis y Torres fue el ultimo señor de Blancafort y Escarla, porque habiéndose proclamado y admitido por la Nación y por el rey la Constitución hecha y proclamada en Cádiz por las Cortes de 1812, anulada después por el rey a su vuelta del cautiverio en 1814 y restablecida en marzo de 1820, al año siguiente las Cortes decretaron la abolición de los señoríos y se ordenó que a dichos señores se les resarciese de los perjuicios que esta abolición les pusiera ocasionar con bienes de la Iglesia.

En diciembre de 1821 fue nombrado D. Jose de Sangenis, diputado a Cortes por la provincia de Aragón para la legislación de 1822 y 1823, y en las Cortes de Sevilla votó el 11 de junio de 1823 contra la traslación del Gobierno y familia real a Cádiz y contra el nombramiento de la Regencia.

Fue también nombrado individuo de la Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza el 1822 y socio correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid el 1823.

Escudo familia Navarro
Contrajo su primer matrimonio el 3 de mayo de 1794 en Zaragoza, en la parroquia de San Gil, con Dª María Pilar Langles y Comenge , natural de la ciudad de Barbastro, hija de D. Jose Clemente Langles y Andreu y de Dª María Teresa Comenge y Espinosa, vecinos de Barbastro. De este matrimonio nacieron 8 hijos.

A principios de julio de 1809 enfermo gravemente Dª María del Pilar Langles, estando en Albelda, de donde tuvo que escapar al día siguiente de haber enfermado y refugiarse en la torre de las Cobas por haberse aproximado los franceses a Albelda; esto le agravo la enfermedad y el día 5 otorgaba testamento y fallecía el 8 de julio de 1809, siendo enterrada en Albelda en la parroquia, y en la sepultura de su familia.

D. Jose de Sangenis y Torres, paso a contraer segundo matrimonio con Dª Petronila Mata, natural de Pomar y viuda de D. Lorenzo Navarro vecino de Estadilla, y de quien heredo todos sus bienes, por lo que la casa de los Navarro de Estadilla paso a ser de los Sangenis; esto explica el por qué en la fachada de dicho casal se ostentan las armas de los Navarro. De este segundo matrimonio no hubo sucesión, y D. Jose de Sangenis y Torres murió en Estadilla el 30 de septiembre de 1828, habiendo hecho testamento dos días antes ante D. Francisco Coronas, notario de dicha villa, siendo sepultado en la iglesia parroquial y en la primera capilla de la derecha, en la sepultura de la casa; no espere el que viniese a este templo encontrar indicio alguno que le hable de este héroe de la Independencia; así honramos a nuestros varones insignes, mientras a otros que carecen de merecimientos, se les dedica plazas y calles y se les levanta suntuosos monumentos y ricos mausoleos.

Su segunda esposa Dª Petronila Mata, paso a la eternidad el 8 de junio de 1861, en Estadilla

Escudo familia Sangenis



El anterior escudo es el usado por Agustin Abbad Lasierra y en el tercer cuartel se puede observar el escudo de la familia Navarro .

  •  Su hermano Antonio de Sangenis fallecido en los Sitios de Zaragoza y reconocido Ingeniero, fue enterrado en la Basílica del Pilar y recordado en muchos sitios y entre ellos en la Real Academia de la Historia, de la cual Jose de Sangenis fue socio en 1823.
  • Que pena que en ningún de Estadilla se le recuerde al igual que se les recuerda a otras personas que no nacidas en Estadilla, tienen parte de sus raíces en ella. Quizás un lugar ideal para ser recordado seria en la fachada de la actual “casa Llari” y de la que fue en su día, su hogar. Y desde allí con el grupo de informadors turísticos, se pueda contar su historia.
  • En el libro “Obelisco Histórico en honor de los heroicos defensores de Zaragoza en sus dos Sitios (1808-1809)” escrito por Don Mario de la Sala Valdes y García Sala (General de brigada), correspondiente de la Real Academia de la Historia, impreso en 1908. Recuerda a 271 personas heroicas de los Sitios, entre ellas 13 mujeres como no “Agustina de Aragón” y otros personajes conocidos para nosotros como los dos hijos de D. Jose Cistue y Coll (Baron de Menglana), llamados Luis y Jose que sin estar destinado ninguno de ellos a la carrera de las armas, lucharon por la causa.






Imagen a los Sitios de Zaragoza: Imagen de Zaragoza escultura Urbana

lunes, 26 de septiembre de 2022

LAS MULAS DEL VALLE DE TENA

 

LAS MULAS DEL VALLE DE TENA

Para no perder un solo detalle de que ocurrió en Estadilla, el 29 de octubre de 1815, año y medio después de acabarse la guerra, pero con la frontera movilizada por si Napoleón resucitaba tras el desastre de Waterloo de hacía tres meses antes. Voy a publicar el apartado “Mulas del Valle de Tena” del XXI Premio “Los Sitios de Zaragoza” del año 2006 editado por la Asociación Cultural “Los Sitios de Zaragoza” y siendo el autor del mismo D. Jaime Latas Fuertes, en el articulo “El Ebro en los Sitios de Zaragoza”

 

General Palafox a caballo (Museo del Prado)

   Ya hemos comentado antes que el robo de caballerías era, por desgracia, un hecho bastante normal en tiempos de guerra pero a veces esta situación también se prolongaba en tiempos de paz donde la tropa solía cometer algún abuso sobre los civiles con los que tenían que convivir.

Este es el caso de lo ocurrido en Estadilla donde los paisanos del valle de Tena reclaman seis mulas a los oficiales del 2º Batallón del Regimiento de Voluntarios allí acampados.


Mula Casa Jardinero (Estadilla)

Ante la resistencia de su entrega el General en Jefe del Ejercito manda un oficio a estos oficiales que es contestado en unos términos de “honor ofendido” y un pequeño reproche hacia Palafox “Últimamente deseo que esta conveniencia llegue a conocimiento del Exm General en Jefe, pues no es regular que la opinión de un Jefe, que está poseído de gran fama aun tenido que tacharle la menor cosa, lo sea por esta incidencia”. Pero veamos como el Mayor del Batallón José o Miguel Del Pozo se justifica por la posesión de esa mula “Que una mula que existe en mi poder perteneciente a unos paisanos del Valle de Tena, la entregue a su dueño, debo decirle que esta mula está pronta para lo que Ud disponga, pero no puedo desentenderme avisado con aquel honor y desinterés que siempre me ha caracterizado que en la referida caballería no he tenido más intervención que la que un oficial de este Batallón de su propia voluntad y sin ser yo sabedor, me hizo dejación de ella y como mi delicadeza es muy pudorosa no pude por menos que avistarme con otro oficial y preguntarle por que razón me hacía donación de ella, me contesta que era de una parte de presa que habían hecho en los puertos de Sallent, que siendo esto así me hize en administrarla, como cualquiera otro lo hubiera hecho, por que ningún oficial puede pensar que otro sea capaz de apropiarse cosas que no le sean propias(207)”.


En otro oficio se explica quienes tienen las mulas, resultando que las seis se reparten entre la oficialidad de la siguiente manera: El Mayor del Batallón Miguel Del Pozo una, El capitán José María Domínguez cuatro y el teniente Bernardo Ibáñez una que entre todos completan las seis que piden.

Demasiadas excusas con un tono de honor ofendido recibió el Jefe del Ejército, pero las mulas fueron devueltas a sus propietarios del Valle de Tena, y si recurrieron a las más altas instancias debió ser por que los militares no les atendieron en sus primeras reclamaciones, quedando todos en paz; las caballerías con sus dueños y los militares con su honor inmaculado. Todo esto ocurrió en Estadilla el 29 de Octubre de 1815 año y medio después de acabarse la guerra pero con la frontera movilizada por si Napoleón resucitaba tras el desastre de Waterloo de hacía tres meses antes.

(207) AGP rollo 1932 caja 8132 sig 18-3/19

Pagina Web de interés Asociación Cultural “Los Sitios de Zaragoza”

https://www.asociacionlossitios.com/

Texto XXI Premio “los sitios de Zaragoza” 2006

https://www.asociacionlossitios.com/XXI_Premio_Los_Sitios.pdf

Autor: Jaime Latas Fuertes

Edición: Asociación Cultural “Los Sitios de Zaragoza”

Imagenes: General Palafox a Caballo (Museo del Prado) y Pixabay

miércoles, 7 de septiembre de 2022



EL CID CAMPEADOR POR BERNABE ROMEO

Bernabe Romeo, quiso recuperar la fantástica imagen del casi olvidado El Cid Campeador, escribiéndola en cuatro capítulos y publicandolo allí donde lo pudiera leer muchas personas y lo hizo de nuevo en el Diario del Alto Aragon en el verano de 1894. Solo a Bernabé Romeo se le ocurriaria escribirla de esta manera.

CAPITULO I



La figura histórica más humana del mundo que llamamos de la Edad Antigua y también ¡cosa rara! de la que llamamos Edad Media, figura ya casi desaparecida de nuestras crónicas y anales, ya casi por completo olvidada por nosotros los peninsulares sus más inmediatos descendientes, ya solo vislumbrada lejos, muy lejos y en el fondo de una fantástica leyenda vendrá al cabo de los siglos á reaparecer en todo su grandor, de cuerpo entero, con toda su esplendidez, quizás con su ajuaja o navaja en mano para redimir y remodelar nuevas civilizaciones y seguir ocupando su áureo trono en el templo de aquella gloria que sostienen muros infranqueables.

Dicen veraces libros, que teníamos á la vista, en nuestros idiomas puros, que habíamos olvidado aprender á descifrar, que en un pueblo de situación topográfica muy accidentada, en cuyo término y jurisdicción era y es temerario el cabalgar, nació el Cid, de un guerrero á quien nombraban el Campeador y de una madre que llamóse Mandana; mujer, si arisca, como una roca, y si dulce, como una bresca; mujer pura como las arenas de cuarzo que funden muy altas calorías en potente crisol para producir el diáfano cristal que en todo emula al diamante; mujer fresca y hermosa como linfa que gotea del techo en esplugas ó espeluncas filtrantes de blandas nieves.

Aquel pueblo cuajado de villas ó centinelas obedientes del Campeador y a quien le tributaban por derecho abolorio, de conquista y de dama que llamóse Persis, y por incremento declinativo también Pérsido y Pérsida, hoy se llama, en los mapas, Monte Perdido, que es frase huera, sino filase alterada, ó porque de aquella monarquía no resten más que guijarros, como esqueletos raídos por los aluviones, ó como piedras de afilarse las uñas y los picos acerados las águilas altaneras.








Su abuelo materno llamóse Astuago ó Sastágo y Santiago y otras aproximaciones, del mismo modo qua nuestros rurales llamaban al general O Donnell, Liopoldo, Diospoldo, Repoldo y con otros nombres variados y más y menos vecinos del suyo, era también rey y señor dé otra puebla capital de muchas villas que le eran tributarias y á cuya suma de fundos antes y hoy llamamos reino y nacionalidad y se hallaba situada á pocas leguas de Persis. Este abuelo del Cid resulta que fué según lo más seguro, un hombre de gran fortaleza y de gran templanza para regir hacia humano progreso, como señor de señores y juez de pecheros, á un pueblo ya civilizado.

La infancia y la primara niñez del Cid la adivinarán, con exactitud infalible, no más aquellos que al leerla hayan gozado la beata primavera de la ida en lugares de corta población, sitos á igual distancia del báratro y del cielo, ambos vehículos que prodigan el agua fertilizadora: abajo el azul obscuro que tiñe y susbtantiza la fronda; arriba el azul vaporoso é irizado que matiza y perfuma la flor; abajo el lecho donde dormita el amansado torrente después de sus bravuras y arrojos al despeñarse por las cascadas; arriba el pastor que acopla su ganado y le vigila de asechanzas del lobo traidor y con el caramillo da al viento los tangos regionales que conciertan la obra de Dios y las glorias del hombre; abajo la ciencia, arriba el arte; la verdad política que es la verdad histórica en el justo medio, donde se apetece la paz y reside la maldita guerra, que lo mismo irradia á las crestas inacesibles que á las simas insondables sus perturbaciones y extragos.

Sabido es que en esta condición de viviendas más que en otras, hasta el déspota de los infiernos libra de continuados peligros de muerte á los niños vigorosos, porque aún no son materia combustible para el hornaz dé las eternas llamas é inacabables torturas, y que á excepción de algún vapuleo del tirano domine ó domador y de algún martirio de la feroz madre, si sabe amar y en silencio educa (son las menos) ejecutando las órdenes paternales, lo demás queda reducido a la contemplación de incesantes jugueteos en la materia inerte y en la materia viva, que a cada minuto siembran en el cerebro infantil un germen de virtud y otro de vicio, que brotarán cuando asome la razón y tomarán inmenso porte cuando les cultiven en tropel los vaivenes de la tortuna, para luego finir en polvo y anonadamiento al dar el agrio ó el dulce y sazonado fruto.

CAPITULO II



Que el Cid sabía leer y escribir, es cosa fuera de toda duda; pero con cuánta animosidad apenas racional se le adivina en sus primeros años...! Niño aun, lo llevó la amorosa madre á que le conociera el cariñoso abuelo, y una vez en la puebla del venerado padre de Mandana, descubriéronse en el Cid, como en un salvaje, los contornos de las alas del genio, al súbito mirar hacia una civilización que le era desconocida, y causan asombro sus diálogos con el simpático vejete. Ei placer que ocasionan las lecturas de los códices en la exposición de estos detalles, solo podrán disfrutarla ahora y después, los sinceros montañeses que aun habitan las altas crestas venerandas y están bien impregnados de que los antiguos historiadores de nuestra patria, reflejan en mil lenguajes, con indecible fidelidad, tradiciones que han llegado hasta nuestros días, en lo referente á usos, leyes y costumbres de nuestros abuelos. Tal vez al mismo Aztuago, y a la vista del robusto nieto se le ocurriera el motejarle de mulo, como aun por allí estila el mote, y fue con suma propiedad, porque entonces y aun ahora, eso quiere decir «fuerza indomable» y los semiasnos, o mulos que procedían del cruce de asno de Persis con yegua de Mediano, eran los tenidos en mayor estima por su incomparable resistencia, y eso fue el Cid, probado con cien hércules y guantes guerreros de sus días, y á pesar de que libró tantas y tan tremendas batallas, en la acepción antigua de esta voz, logró lo que no lograra ningún parecido mortal, antes ni después de él, (qué vivió otro Cid), que fue el terminar sus días y vida en edad provecta, casi sin enfermedad, con la inteligencia clara, rodeado de su familia y seres más queridos, llorado por todos los señores de la tierra y por todos los súbditos de los reyes y señores vencedores y vencidos, puesto que á estos ya les tenía aplacados y hasta sus prisioneros se juzgaban como libres, porque sus ataduras eran cadenas de amor; y así obtuvo el renombre de padre de la humanidad. Todos los deseos de la madre del Cid para regresar con el hijo á Persis fracasaron ante las razones del nieto y del abuelo, para que le dejase allí y regresara sola al lugar de su esposo el Campeador, y así tuvo que ser, con la seguridad de que el Cid aprovecharía los medios de educarse que el abuelo gustoso la procuraría, y tal fue, que cuando el añoramiento hirió el corazón del niño por no ver á sus padres ni poder alternar con sus compañeros de la infancia, íbales á ostentar, sin alarde, los progresos de su cultura, cosa que en aquella edad satisface a un santo orgullo, pues que los amiguitos la admiraban y también la reían el que se lavara más amenudo, cuidaba de no ajar sus ropas, comiese con relativa limpieza, y hablase con no acostumbrada urbanidad y finura.

Pocos años después y cuando ya al imberbe Cid había impreso en su alma muchas ternezas y en su celebro no pocos dichos del valeroso y prudente Aztuago, falleció esté santo varón, heredándole reino y virtudes su hijo Cuajar ó Cajal, héroe también legendario para los Zuritas de nuestros reinos antiguos peninsulares, cuya historia han trastornado como la del padre y la del sobrino; pero cuyas páginas distan mucho de estar borrosas más que para aquellos que aprendieron á leerlas de espaldas á la fe, que ya es la luz eléctrica, cuando la luz del sol traspone nuestro cielo y queda demostrando que para el genio ya no habrá noche, si es que la hubo hasta hace poco; porque fai ó fe dijo y dice luz.

Una de las victorias del ya afamado Cid contra un tal Aztuago, no fué contra su abuelito como hay cronistas que así lo leyeron, sino que fue otro omónimo, señor de villa tributaria del Campeador, que levantó bandera en favor del ambicioso Arnero ó Ansurez rey de Ansó, Babul y Siresa. Este Ansurez tenía hechos basileyos ó vasallos suyos al de Arbe, Urguel y Barrón y pensaba en que se debilitase las fuerzas invadiendo las eznas ó haciendas del padre y del Zeío ó tío del Cid, no le sería dificultoso el extender sus dominios y entronizarse rey y señor de muy extensos territorios. A este objeto convocó el vano Ansurez á sus mejores guerreros y al opulento y fortísimo Crois ó Ruiz de Azagra, leído también Rodigo y Cruz y Creso y también convocó al señor de Lydon que usó un león en su escudo, y al de Campa y al de Pablos, Insa y Fruga ó Peraruga y al de Garós y al de Cillas y convencióles con su arrebatadora elocuencia, de lo útil que sería á todos ellos el que se unieran bajo su bandera para atacar á Cajal y al Campeador.

Ansurez ya paladeaba en su boca hecha almibaración ó ambrosia los goces que la habría de proporcionar el seguro éxito de sus extratégioas combinaciones, y contaba la participación que daría á cada uno de sus auxiliares, con los dedos da las manos; pero... no contó con el currín...!

El currín es en Aragón el dedo meñique, y el avasallador Ansurez ignoraba que el Cid antes de cumplir sus diez y seis edades ya tenía en su jaula algunos leones aquietados y á punto de domesticar y que cazó con su exclusiva fuerza y con su exclusiva industria en los reinos del padre y del tío.

El rey de Mediano comprendió su difícil situación y lo peligrosa que sería la resistencia en frente de tantos juramentados contra su persona y contra su antiguo poderío y pidió á su cuñado el Campeador le mandase toda la gente disponible para unirla con la suya, y aunque el Cid no tenía aun los años requeridos para ser tenido por efebe ó en juventud para sostener lucha personal como frecuentemente ocurría en aquellas más que en estas guerras, también le rogaba que los andres ú hombres de guerra que le enviase lo fueran á las órdenes del sobrino Cid. Flaca debió ser la resistencia que el padre y más la madre del impúber opondrían á la súplica del tío, puesto que el Cid ordenó las huestes de su padre en un santiamén y obtuvo omnímoda autocrotía ó autoridad que le otorgaron los jaíos ó yayos y los mozos, en términos como no hay ejemplo en la historia



CAPITULO III

Dispuesto por el Cid el ejército para marchar al primer aviso, fue a conferenciar con Cajal sobre la clase, condición y numero de combatientes que en avalanchas ó falanges iban á cerrar contra sus personas y sus haciendas, y de todo cuanto el tío Cajal pudiera estar mejor enterado que el sobrino Cid.

Los coloquios del tío y del sobrino, en esta ocasión y en todas, y los diálogos del nieto y el abuelo, en años anteriores, forman en nuestra historia patria, las páginas del más delicado sabor regional que pudieron describi. el naturalismo suave y el clasicismo sublime que produjeran los mejores ingenios de todas las épocas: porque solo el ser absoluto es perfectísimo y sola la verdad es manjar que nutrirá el sano criterio, ese sano criterio del hombre que jamás digerirá las metafísicas o cábalas del más allá de lo que es, vive, se mueve, siente y piensa, porque caen fuera dé las leyes lógicas, fuera de las reglas del método, fuera de la pauta de la razón que se contenta con deducir que nuestro espíritu no muere, á pesar de los devotos de la falacia, que como generatriz seductora del cáncer social, engruesa las filas de Absalón, escudadas con tenebrosas argucias.

Las preguntas del Cid: las preguntas de Cajal; las respuestas de éste, las respuestas de aquél y las soluciones que daba a las dificultades que oponía el tío; casi triste ante las circunstancias, á pesar de ser uno de los guerreros más notables y más valientes de su época, acusan axiomas primordiales en el arte de pelear y de vencer. Nada importa que el ejército del enemigo sea diez veces mayor que el nuestro. No importa que todo el vecindario tuyo y todo el de mi padre el Campeador no sea igual al número de combatientes que ya se aprestan contra nosotros: yo cambiaré el orden de entrar nuestras collas ó quilladas en la polémica: yo iré delante con mis amigos los ellanos que siempre avanzan y con nuestros noveles que armaremos de macheta y tú irás, en seguida, con los más aguerridos que armaremos de, aspiéas ó aspilleras y navaja, para que arreen á los míos y rajen el corazón al que vuelva la cara, y... venceremos.

No hay para que relatar en este ligero é instantáneo esbozo el número de gavillas que reunieron á sus órdenes el Cid y Cajal para obstar el arrogante paso del orgulloso Ausurez y de cuantos con él militaban, ávidos de lograr botín en las basílicas o palacios del económico Campeador y del espléndido Cajal y ansiosos por repartirse sus productivas haciendas, a fin de obtener supremacía en aquel mundo que á dos por tres le invadía: un rio desbordado de felicidades.

El Cid era el estratego ó jefe, egemon, proedro ó Pedro de aquella jornada que había de abrirle fosa en las duras entrañas de aquellos peñascales ó se le habían de abrir las puertas de la gloria humana para entronizarse Deus ó Kyrie del mundo que la mirada alcanza á ver desde la Panticosa y dar reyes al resto de mundo que desde allí no se alcanza, para que en su nombre y con su sello se diese autenticidad á los códigos emanados de su dinastía hasta la consumación de los siglos

CAPITULO IV

Aragón, Navarra, Castillas, León, Galicia y cuantos antiguos reinos ó señoríos mencionan las geografías antiguas, y también las modernas, tomaron nombre y origen de las conquistas del Cid, luego que disipó las ilusorias pretensiones del arrogante Anzuréz, motejado de pies de nabo, vientre de codoñ ó de membrillo y cabeza de roca, ó sea Nabucodonosor; cuando ya reducido á sus acotadas tincas se apoderó el Cid con nobleza innenarrable del lujoso Ruiz ó Craso, vencido en Sardas, quien tenía innúmeras gentes, inmensas riquezas y hasta saludables consejos y todo este tesoro acrecentó la valía del conquistador en el orden moral y en el material, para que en adelante sus victorias fuesen como cosa hecha si destacara jefes á aquellos amigos en quienes se veían el don de orden y el don de mando, que apóstoles desparramados por aquel mundo arcáico cada momento le llevaran al dosel de su silla en nuevo reino, hasta ensartar en la hoja de su machete todas las chisteras, coronas, gorros, mitras qua se devanaban en las sienes de los monarcas que regían á los cuatro vientos y á los mares conocidos de las antiguas Europa, Asia y Libia, que no se parecían á las divisiones con las cuales hoy solemos estudiar el globo terráqueo física, política y astronómicante, con notorio falseamiento histórico.

Oibar ó Vibar. Gobryao ó Geserao, Adonsio ó Alonso, Ustap ó Buschas, Antabáz ó Altabás, Xenofán á Janovás fueron los principales guerreros del Cid, además de muchos otros que andan barajados por los pergaminos de nuestra historia patria, y á estos hizo el Cid señores, reyes, condes ó sea jefes con la variedad de nombres de títulos qué estilaban y aun estilan en las antiguas y modernas nacionalidades, y todos estos sustentaban al Cid en el señorío de todos los órbes, y aunque eran algunos centenares bastará con que aquí se mencionen los más próximos á las haciendas que el Cid heredó del Campeador y de Cajal, (por casamiento con la hija y prima) donde fijó su metrópoli y corte y fueron Mediano, Pérsis; Aragues ó Aragón; Castellar y Castiello ó ambas castillas con sus predios ó llanuras castulas y su emblema unos diques ó muros; Burgase leído Burgos; Lydon, leído León con su enseña de un león pintado; Navarri, leído Navarra; Arcusa, leído Zaragoza; Guillué, leído Galicia; Palantia, leído Valencia de Arén ó del Cid; Caria ó Casilla leído Carrión por su genitivo plural; Gurrea, leído Chipre ó Cupria; Baylon, leído Babilonia; Arbe, leído Arabia; Sobrarbe, leído baja ó alta Arabía; Ansó, leído Assiria; Surores, leído Sirias; y Siresa y Bergas y Cruz y Sahún y Toledo y Escalona y Ainsa, leído Aria;, y Laspnua, leído reinos de Lesbos; y Lizana, leído Lucania; y Naval, leído Napóles; y Jánovas, leído Genova; y Almunía, leído Almeria; y Bárcabo, leído Barcelona, y Santoréns ó Santarén, y para terminar lo interminable, toda la actual provincia de Huesca y toda la de Lérida, con sus miles de iglesias ó reinos; pues éste y no otro fue el mundo clásico con sus mares, hoy agotados, y la infinidad de ríos y villas que sirvieron de crisma para el bautismo de toda la geografía moderna y universal.

Ei número de jefes vencidos ó supeditados por el Cid, formaría igualmente extenso catálogo y como se añadan al poderoso Ruíz de Azagra y al altivo Ansurez, los valientes Armenión ó Armengol y Reomithres ó Ramírez, todo lo que falta llenar en este grandioso lienzo, aquí bosquejado, precisa deferirse al lector para que releyendo la Historia Universal de las que llamamos Edad Antigua y Media en los escritores clásicos viejos y en los refundidores modernos, como César Cantu y Modesto Lafuente, la contraiga toda, toda, toda á estas topografías y en ellas residencie á todos los personajes históricos anteriores y bien posteriores del Cid y verá cuanta delicia goza el pensamiento nacional, ávido de conocer la certeza en lo referente á nuestra Patria con honra porque el Cyd Campyador, pese á todo el mundo científico moderno, ni conoció otros horizontes que los aquí relatados, ni fue otro sino el mismísimo Cyro Cambyres.



Bernabé Romeo



Texto de la Hemeroteca del Diario del Alto Aragon
Imagen: Pepe Baron Hidalgo

domingo, 4 de septiembre de 2022

BERNABÉ FRANCISCO ROMEO Y EL RETRATO DE HUGO DE MONCADA

El supuesto retrato de Hugo de Moncada 

    Bernabe Francisco Romeo, acudió a la Junta de la Real Academia de la Historia solicitando que se le adquiriese un retrato que decía ser Hugo de Moncada.

    En el boletín de la Real Academia de la Historia , en su tomo XI de 1887, Pedro de Madrazo publica lo siguiente:

......................

    El ponente que suscribe entiende que para contestar al oficio del Excmo. Sr. Marqués de Barzanallana, Presidente de la Junta Iconográfica, recibido en Agosto último, podría servirse la Academia aprobar el siguiente dictamen, si otra cosa no acordará en su alta sabiduría.

<< Al Excmo. Sr. Presidente de la Junta Iconográfica:

<< Excmo. Sr.: En 1º de Agosto último manifestó V.E, á esta Real Academia que D.Bernabé Francisco Romeo habia acudido á esa Junta de su digna presidencia solicitando se le adquiriese, con destino á la Galería Iconográfica Nacional, un retrato que posee de Hugo de Moncada; y que la expresada Junta había acordado oir a esta Academia acerca de la autenticidad y del valor material de dicho retrato, con todo lo que sobre el particular se le ofreciese.

    Posteriormente, y transcurrido ya el periodo de vacaciones de este Cuerpo literario, entregó en la Secretaria del mismo el mencionado Sr. Romeo unos papeles, en que consigna prolijas observaciones encaminadas á describir un bulto yacente de alabastro, algo mutilado en su parte inferior, señalar su procedencia, y demostrar su autenticidad como efigie del famoso virrey de Sicilia y de Nápoles, muerto en combate naval contra francesas y venecianos en 1528.

    La Academia se ha hecho cargo de las observaciones del señor Romeo, ha pasado a examinar el supuesto retrato de D. Hugo de Moncada, que siendo, como queda dicho, estatua de un sepulcro destruido, no podía ser cómodamente transportado a la casa donde celebra sus sesiones: y dirá ahora á V.E. con imparcialidad la impresión que el estudio de aquella escultura le ha producido, y las dudas que abriga respecto del personaje que representa.

    El Sr, Romeo ha traído a Madrid la estatua desde la suprimida Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes de la provincia de Huesca, sacándola de un enterramiento ruinoso. Que esta figura es la de un magnate del tiempo de los Reyes Católicos, o de los primeros años del reinado de Carlos V, no cabe negarlo; lo atestiguan la forma de su armadura, su birrete , su espada, el manto ú hopalanda echado sobre sus hombros y abierto en los costados dejando libre los brazos; el corte de su cabello, su cara toda afeitada. Es también innegable que el sujeto efigiado era hombre de cuerpo robusto y de más que mediana estatura, tal como describe á Hugo de Moncada, Gaspar de Baeza, que de mancebo pudo quizá conocerle personalmente.



    Pero lo que no aparece demostrado, a pesar de las abundantes y agudas conjeturas del Sr. Romeo, deducidas del asiduo estudio que ha hecho de los historiadores castellanos y aragoneses, es que el preclaro capitán de quien se trata, haya tenido en Italia ni en España sepulcro con estatua yacente.

    Murió Hugo de Moncada en el combate naval que sostuvo contra Nicolas Lomelín y Felipín Doria en las aguas de Salerno; recibió allí "una pelota de arcabuz en el brazo derecho y otra de falconete en el muslo izquierdo" y créese que cayó al mar, como aseveran los historiadores franceses. Pero Gaspar de Baeza da a entender que su cadáver fué recobrado, y añade en el capítulo último de su historia: " el cuerpo de D.Hugo fué llevado a la ciudad de Amalfi y sepultado en la iglesia de San Andrés, de donde fué traído a Valencia del Cid y sepultado en Nuestra Señora del Remedio". De este breve texto lo único que se colige es que el cuerpo de Hugo de MOncada, no su estatua, fue lo que vino de Amalfi a Valencia.

    Es verdad que Vargas Ponce en su Vida de D. Hugo de Moncada, que según los eruditos colectores de los Documentos inéditos para la Historia de España existe original en el Deposito hidrografico, dice de una manera explícita que el Obispo de Tarazona y Canciller del reino de Valencia, D. Guillen Ramón, tío de D. Hugo, hizo trasladar el cadáver de este al deliciosos y renombrado convento de Nuestra Señora del Remedio, suntuosa fundación suya, en el año 1537, y que allí yacían sus restos en el magnífico mausoleo de alabastro al lado del Evangelio del altar mayor. Mas prescindiendo de que la mera palabra mausoleo sólo indica sepulcro lujoso, sin que se entienda de precisión que lleva en sí figura yacente, es indudable que Vargas Ponce pecó algo de ligero al hacer semejante descripción, porque , en primer lugar, no fué el tío de D. Hugo, sino su hermano D.Guillon quien le dio sepultura en Valencia en la iglesia de los Trinitarios Calzados, por otro nombre Nuestra Señora del Remedio, y en segundo lugar, el tal magnífico mausoleo de alabastro se reducía a una sencilla lapida en que se recopilaban los títulos y calidad del héroe y la ocasión de su gloriosa muerte, en este elegante epígrafe:

    Contra saevam gallorum tyranidem Parthenopem cum regno servans navali praelio, invicto animo dimicans pro P. Libertate, pro Caesare, pro nomine tandem, occubuit gloriose Dom. Hugo à Monte Catino. Vió y copió esta lápida el diligente D. Antonio Ponz en su Viaje de España: el cual dice que estaba colocada junto al altar de la capilla del lado del Evangelio, debajo de una imagen de Nuestra Señora. Y como en esta misma capilla se hallaba el mausoleo del noble Conde D. Juan de Moncada y de su mujer la Marquesa de Villarragut, monumento costeado por aquel D. Guillén Ramon de Moncada, Obispo de Tarazona, y que podía en efecto ser considerado como obra suntuosa, dado que presentaba los bultos yacentes de los dos esposos, de bella escultura, es muy posible que Vargas Ponce confundiese las especies y tuviera en la mente este enterramiento, o bien el del duque D. Gastón de Moncada, que existía también en su estatua a la izquierda del presbiterio, cuando escribió lo que se acaba de recordar, sobre la sepultura de D. Hugo en Nuestra Señora del Remedio de Valencia.

    Difícil es, pues, demostrar que el enterramiento de este personaje en España contuviese su efigie en estatua sobrepuesta, pero es todavía más ardua empresa, aun admitiendo que tuviera estatua yacente, el probar que este enterramiento efigiado fué extraído del templo de Nuestra Señora del Remedio de Valencia y llevado a la Cartuja de las Fuentes de la provincia de Huesca. Esto pretende, sin embargo, el Sr. Romeo con ingeniosas inducciones que no pueden admitirse sin hacer violencia al buen sentido. No se aduce el menor testimonio histórico en que consigne semejante translación. Los Moncadas, dice el Sr. Romeo, principalmente D. Francisco , Marqués de Aytona y del Puebla de Castro en el Alto Aragon, que casó en 1622 con Doña Margarita de Castro y Aragon, y que era general de D. Juan de Austria, el bastardo de Felipe IV, cuando este tenía por confesor al P. Morlanes y Gómez, Prior de la Cartuja de Las Fuentes, fueron grandes protectores de la Cartuja de Val de Cristo y de Porta Coeli; y siendo así ¿que mucho que el Marqués referido favoreciera a la Cartuja de Las Fuentes después de casado con Doña Margarita?. Puedo también trasladar a esta Cartuja el sepulcro de D. Hugo el mencionado Prior Morlanes; pudo verificarlo otro Prior, el P.Anadón, confesor también del Infante y amigo del Marqués de Aytona; pudieron finalmente ser los autores del hecho cuya confirmación se busca, ya D. Pedro Moncada, fraile y seis meses Obispo de Gerona, ya el famoso Cardenal Belluga y Moncada, Visitador de la Orden, canónigo y Obispo de Cartagena, y gran protector de cartujos,- Pero nada de esto lleva al ánimo desapasionado el menor convencimiento faltando  una base documental concreta, y faltando sobre todo la verosimilitud de unas translaciones de todos punto inusitadas. Mudar un enterramiento de una capilla a otra, trasladarlo de un templo a otro, son cosas no frecuente, mas al cabo no no del todo desconocida. Mediando un grande interés históricos o arqueológico, se concibe, verbigracia , que el sepulcro de D. Jaime el Conquistador fuera trasladado de Poblet a Tarragona; pero arrancar un sepulcro de una localidad para llevárselo, ya por mar, ya por tierra, a más de 60 leguas de distancia, y separarlo de los otros enterramientos que constituyen un gran panteón de familia, solo por ilustrar con él una Cartuja pobre, y no siendo por otra parte una obra muy poco insigne que pudiera justificar por su merito el gasto que tal operación representan, parece cosa muy poco verosímil. Menos verosímil es todavía que l monumento viniese de Amalfi.

    En efecto, la escultura que se supone de D. Hugo, de ejecución artística adocenada , está muy lejos de ser obra de ningún castellano de aquellos eximios escultores que produjo Italia en el siglo de Alejandro VI, Julio II y León X, y en el caso de que al ilustre Moncada se le Labrara en la Iglesia de San Andrés de Amalfi enterramiento digno, cual correspondía a tan esclarecido capitán, émulo de Gonzalo de Córdoba y del Marqués de Vasto, de García de Paredes y de los Colonnas, lo probable es que su estatua fuese encomendada a cualquier discípulo sobresaliente de los Donatellos y Ghibertis, quizá al mismo Sansovino: y en la estatua que hemos visto y estudiado no hay rastro alguno de tan grandiosas escuelas.

    Pero es el caso que no consta que a nuestro héroe se le hiciese en Italia enterramiento de caracter artistico. Conviene recordar las palabras textuales de Gaspar de Baeza."Fué llevado a la ciudad de Amalfi y sepultado en la iglesia de San Andrés, de donde fue despues traído a Valencia de Cid y sepultado en Nuestra Señora del Remedio". Nada de esto, repetimos, indica erección de monumento escultural, ni suntuoso ni humilde, ni allá en Italia ni aca en España.

    Que Ponz no vió en la iglesia de Nuestra Señora del Remedio de Valencia monumento efigiado de Hugo de Moncada, queda ya demostrado. Que lo viera Vargas Ponce tampoco aparece escrito, pues el mausoleo a que alude no implica estatua yacente. El Sr. Romeo, reconociendo que este último procedió con error, supone que el bulto fué llevado a la Cartuja Oscense antes del viaje de Ponz por España; pero ya se ha visto que esta conjetura carece de base respetable.

    No habiendo, pues, medio de reconocer la estatua propiedad del Sr. Romeo como retrato auténtico del famoso capitán tantas veces nombrado ¿no parece más verosímil ver en ella la efigie de algún otro personaje de su tiempo, obra de mano española, y no por cierto de un Bartolomé Ordoñez ni de un Damián Forment, sino de un profesor de segunda o tercera jerarquía, y ejecutada para esa misma Cartuja de Las Fuentes de la provincia de Huesca? Los Condes de Sástago fueron en 1507 los fundadores de esa Cartuja, y cuando D. Jose Maria Quadrado viajaba por Aragon para escribir el precioso tomo que consagró a esta provincia en la obra de los Recuerdos y Bellezas de España, sus bultos aún subsistían en aquel templo. ¿No será acaso un Conde de Sástago el personaje traído de la Cartuja de Nuestra Señora de Las Fuentes por el Sr. Romeo? 

    Adviértase una coincidencia singular. Según un curioso documento del archivo de la Cámara de Comptos de Navarra, el alabastro de Sástago en la provincia de Zaragoza debía de ser reputado como excelente para escultura. El rey D. Carlo III, llamado el Noble, contrató en 1416 con el maestro mazonero de facer imagines, Juan de LOme, que fuese en persona a las canteras de Sástago a escoger el alabastro de que había de labrar su enterramiento y el de su padre Carlos el Malo. Consérvase el magnífico sepulcro del rey noble en el coro de la Catedral de Pamplona, y la materia de que está hecho, muy semejante a un purísimo mármol blanco, es de todo punto igual a la que se empleó en la estatua objeto del presente informe. Si por ventura era propiedad de los Condes de Sástago aquellas canteras en el siglo XV, ¿no merecería esta circunstancia ser tenida en cuenta al investigar la representación auténtica de la obra que nos ocupa?

En resumen :la Academia entiende que no hay hasta ahora fundamento bastante para estimar como efigie auténtica del célebre Hugo de Moncada la estatua ofrecida por el Sr. Romeo para la Galería Iconográfica Nacional"

Madrid , 16 de Noviembre de 1887

Pedro de Madrazo

Imagen :Academia Colecciones Estampas

Texto: Boletín de la Real Academia de la Historia , en su tomo XI de 1887, Pedro de Madrazo