En el año 1973, en el
teatro Olimpia, de Huesca, tuvo lugar los II Juegos Florales organizados
por la Delegación Provincial de la Sección Femenina para las tres provincias
aragonesas, con el patrocinio de las Diputaciones Provinciales, Delegaciones
Provinciales de Educación y Ciencia y Ayuntamientos de los distintos partidos
judiciales del Alto Aragón. La «Flor natural», al mejor poema de tema libre,
fue adjudicada a la niña María Teresa Rosico Ramón con tan solo 14 años, residente
en Estadilla Huesca), por su trabajo titulado «Romance del niño torero», que
gustosamente reproducimos a continuación;
No llevó traje de luces,
que llevó traje campero,
dos claveles reventones
en el ala del sombrero
y un corazoncito bravo
que no conocía el miedo.
Antes de sonar las cinco
plantado estaba en el ruedo,
dirigiendo a los toriles
una mirada de reto.
La impasible Presidencia
velaba desde su puesto,
y las chiquillas del barrio,
vestidas de terciopelo,
llenaban el graderío
para aplaudir al torero.
La arena dorada ardía,
el sol brillaba en el cielo,
el público se agitaba
como en presagio funesto
y en un lejano reloj
cinco campanadas dieron
con repiques funerarios
agrandados por el eco.
Soltaron un toro grande,
que se enamoró de lejos
de aquel capotillo grana
que le enseñaba el torero,
y en un abrazo mortal
niño y toro se fundieron.
La Presidencia, confusa,
agitaba sus pañuelos,
el público puesto en pie
permanecía en silencio
y las chiquillas del barrio,
vestidas de terciopelo,
con
lágrimas en los ojos
rezaban
un padrenuestro
…….
Con
nubes blancas y azules
arrastradas
por los vientos,
una
placita de toros
están
haciendo en el cielo.
Hay
ángeles monosabios
y
hay ángeles mulilleros;
hay
oro en lugar de arena,
hay
un sol que allí es eterno
y
hay un niño que a las cinco
acudió
en traje campero
a
empezar la fiesta brava
para
el público del cielo.
La
Virgen lleva mantilla
sobre
su pelo trigueño
y
vestido de volantes
con
unos lunares negros.
San
José sobre su traje
de
rústico carpintero
se
ha colocado con gracia
un
capote de paseo
y
el Niño Jesús, tocado
con
montera de torero,
aprieta
entre sus manilas
un
magnífico trofeo.
Por
el jirón de una nube
ha
salido un toro negro,
que
mira el capote grana
y
le embiste con sus cuernos.
Y
en lances muy primorosos
se
lucen toro y torero.
La
Virgen manda al chiquillo
un
emocionado beso
y
San José está agotado
de
tanto aplaudir al diestro.
El
Niño Jesús se lanza
hasta
la arena del ruedo
para
abrazar al artista,
y
entregarle su trofeo.
Los
ángeles monosabios,
y
también los mulilleros,
en
sus celestiales hombros
sacan
al niño torero.
Y
cuentan qué en noches claras
aún
se divisa, el cortejo,
por
caminitos de estrellas
y por rutas de luceros.
Artículos de :
La hemeroteca del Diario del Alto Aragón y la Bibliotecadigital de Castilla y León
¡¡Preciosa poesía, y más en una niña de 14 años...!!
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