Era un época que los coche y la bebida se mezclaban, no existía la retirada de puntos del carnet de conducir, pero si que existían por desgracias los accidentes de tráficos. Un grupo de jóvenes de Estadilla ideo una manera de evitar la carretera y de tener a sus madres tranquilas.
El siguiente articulo fue publicado en el periódico Nueva España, el 9 de agosto de 1985 y escrito por Mariano Badia
Nueva España, 9 de
agosto de 1985
FIESTAS EN ESTADILLA
“El Forau”, ese ejemplo
a imitar.
Texto: Mariano Badia
Era sábado por
la noche; los más jóvenes observaban atentamente como los mayores de edad se
introducían en los coches con sus más llamativos ropajes, dejando en el vacío
una variopinta y amplia gama de perfumes. Acababa de llegar la fiebre festiva y
había, como fuera y con quien fuera, que marchar de la localidad en busca de
nuevos horizontes.
El pueblo, el
fin de semana, se queda pequeño, infinitamente pequeño. Y tras la alegría
reflejada en los rostros de quienes podía por su edad y por disponer de
vehículo, desplazarse hasta otras localidades con mayores posibilidades,
contrastaba enormemente la antagónica mirada de quienes debían por diversos
motivos quedarse en casa.
Las madres,
melancólicas y preocupadas, tan sólo pensaban en el regreso de sus hijos... ¡Cuidado
con la bebida! ¡Cuidado con la carretera! Y así un día tras de otro
transcurrían en la monotonía... hasta que de repente surgió una brillante idea.
«Necesitamos un aliciente para quedarnos, para evitar esas salidas en las
noches invernales de niebla, para divertirnos todos juntos en Estadilla». Y así
nació «El Forau». La juventud misma es quien lo ha acondicionado con todo tipo
de detalles. Cómodos butacones, posters, luces multicolores, un buen equipo de
música...
«Es nuestra
segunda casa», me comentaba bajo un fuerte tema de «Ilegales»,
Ricardo Cabestre, uno de los creadores de esta pequeña salita de fiestas anclada
en el mismo centro de la villa.
«Necesitábamos
de un lugar para estar tranquilos donde pudiéramos hallarnos a gusto. Pensamos
en este sitio y tanto Richi, Bravo, Carmelo, Raso, Cecilio y yo comenzamos a
trabajar la idea. La «Sociedad La Aurora», nos apoyó la iniciativa desde el
primer momento, pero comprendimos que era una carga excesiva para ella y
decidimos llevar el proyecto adelante trabajándolo nosotros solos. Voluntariamente
cada joven del pueblo aportaba cien pesetas mensuales, con la recogida de ellas
compramos los primeros discos. Después organizamos una serie de rifas con las
que adquirimos lámparas y algunos accesorios y últimamente sorteamos un cordero
para con las ganancias acondicionar el equipo de música. En otro orden de
cosas, nosotros mismos nos hemos instalado la cuestión eléctrica y nos cuidamos
del mantenimiento total la sala».
Y tras
dialogar brevemente conmigo, Ricardo se une parsimoniosamente al numeroso grupo
de chicos y chicas que continúan danzando eufóricamente. Están en su casa.
Atrás quedan las discotecas de las ciudades mayores. Esas, tal vez, para el
próximo domingo
Texto : periódico Nueva España, el 9 de agosto de 1985 y escrito por Mariano Badia
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