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martes, 29 de octubre de 2024

EL HIJO DE VICENTA SIN CORONAS

 


LEON ANEL Y SIN

El hijo de VICENTA SIN Y CORONAS

Un artículo sobre este médico ya ha sido publicado en la localidad de Candasnos lugar donde nació, pero me veo en la obligación de recordarlo, ya que durante su infancia quizás visitaría nuestra localidad en más de una vez, para jugar con algunos de los familiares de su madre Vicenta Sin y Coronas, natural de Estadilla. El hijo de Vicenta, fue una persona que gracias a su invención sobre una camilla mas ligera durante la guerra de África salvo muchisimas vidas, fue clave fundamenta para la creación de Cuerpo de Sanidad especial, combatió contra las epidemias, recibió de manos de S. M. la Reina la distinción de la Gran Cruz de Isabel la Católica y contiene una historia repleta de soluciones ante las distintas adversidades de su época, considerado unos de los Españoles merecedores de ser recordado, del siglo XIX

La Gaceta de Sanidad Militar

PERIÓDICO CIENTÍFICO Y OFICIAL DEL CUERPO DE SANIDAD DEL EJÉRCITO ESPAÑOL

TOMO II – 1876

APUNTES BIOGRAFICOS (pag. 131)

Acerca del Excmo. Sr. Dr. D. León Anel y Sin

                Caballero Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, Comendador y cuatro veces condecorado con la cruz de Caballero de dicha Orden; dos veces benemérito de la patria y distinguido con mención honorifica; con las cruces de Mendigorria, de Bilbao, de Irún y de Tales; con la medalla de África; con la cruz de Epidemias; Socio corresponsal de la Academia provincial de Ciencias y Letras de las Islas Baleares; Socio adicto del Instituto Médico Valenciano; Inspector retirado del Cuerpo de Sanidad militar, y Director que fue de Sanidad en el Ejército de África.

FALLECIDO EN MADRID EN 17 DE ENERO DE 1876.

Triste es ver desaparecer de entre nosotros una á una, y llegar al término fatal de su existencia, á tantas notabilidades, á tantas ilustraciones como la muerte cada día, y en no interrumpida sucesión arrebata; tantas celebridades como las letras, las ciencias y las armas pierden, y con pena nuestra desaparecen casi á nuestra vista, dejándonos sólo la memoria de sus virtudes, los adelantamientos debidos á sus trabajos y á sus talentos. el recuerdo de sus glorias inmarcesibles, y acaso una enseñanza en sus errores, que corregimos, o en sus extravíos, que procuramos evitar. Con frecuencia la sociedad no ha escaseado á unos las alabanzas y las consideraciones, á otros las gracias, halagos y recompensas durante su vida, á muchas lucrativas ventajas, y á no pocos trasmisibles honores y distinciones que ilustran á sus descendientes. Hasta á sus biógrafos y encomiadores se extiende entonces una cierta aureola de gloria, que si bien ya no puede recompensar al que dejó de existir, es todavía un impulso protector que rodea a sus amigos y admiradores.

No es tan halagüeña la tarea del biógrafo cuando consigna los hechos de un amigo querido tan ilustrado como modesto, de un compañero tan estudioso como valiente, decidido y lleno de abnegación, tan ajeno a la ambición de goces y de oropeles, como rico en sentimientos humanitarios y en noble y patriótica emulación. Tales y tan tristes son las reflexiones que nos inspira el reciente fallecimiento del Excmo. Sr. Dr. D. León Anel y Sin, Inspector que fué del Cuerpo de Sanidad militar, ocurrido en 17 de Enero último en su tranquilo retiro, y en la serena calma que es compañera inseparable de los extremos momentos del hombre de bien; porque en estos apuntes intentamos bosquejar una breve noticia de la vida y envidiables cualidades de nuestro compañero y amigo, de su carrera literaria y profesional, de sus particulares estudios científicos, de sus servicios en el ejército, de sus entusiastas esfuerzos para los progresos en la organización del de medicina militar y para vencer los obstáculos que á tan elevadas miras se oponían. Justo es, empero, conservar la memoria de un jefe, que con tanta abnegación consagró su vida al rígido cumplimiento de sus deberes, y dejó a su familia acaso poco más que una conducta intachable que admirar, y á nosotros, compañeros y contemporáneos, un manantial fecundo de inolvidables recuerdos.

Nació D. León Anel y Sin en Candasnos, pequeña población de la actual provincia de Huesca, y no lejana de la ciudad de Fraga, el día 19 de Febrero de 1804. Su padre, D. Gregorio Anel y Gómez, Licenciado en Medicina, falleció un año después, en 1805, en el día en que setenta años después debía su hijo llegar al término de la vida que empezaba entonces á gozar. Su madre, Doña Vicenta Sin y Coronas, fue natural de la villa de Estadilla, provincia ahora de Huesca, contrajo matrimonio en Candasnos, vivió en el mismo pueblo después de viuda,  y en el fallecía en 1834.

Siendo D. León Anel el menor de los seis hijos que tuvieron sus padres, de los cuales sólo tres sobrevivieron á ambos, permaneció, recibiendo oportunamente educación y la enseñanza de primeras letras, en el pueblo de su nacimiento, en tanto que el mayor, llevado del impulso que arrastró á la guerra á todos los jóvenes en principios de este siglo, consagraba su vida al servicio militar, y siguió en él hasta que, después de la guerra civil dinástica, retirado en Pamplona, como Comandante de infantería, murió en dicha ciudad en 1833. Su madre tuvo el sentimiento de que muriese en Barcelona en 1821,víctima de la fiebre amarilla, su segundo hijo D. Marcos, cuando llegaba al término de su carrera médico-quirúrgica. Una hija, Doña Antonia, la sobrevivió, casada y permaneciendo en el mismo pueblo de su nacimiento.

Decidido Anel á seguir en toda la extensión y todo el desarrollo que ya obtenía, la profesión que había ejercido su padre, empezó a hacer los estudios preliminares necesarios á toda carrera científica, y hallándose ya en edad conveniente, emprendió en Zaragoza el de humanidades, que entonces comprendía lo que se denominaba latinidad, y abrazaba la análisis comparativa con el griego, así como retórica y poética, siendo su maestro el Padre Fray Joaquín Cabeza, que dirigía estos estudios en el Real Convento de Predicadores de la capital de Aragón. Seguidamente se matriculó en el colegio de San Agustín de la misma ciudad, estudiando y ganando los tres cursos completos de Filosofía, según el plan de enseñanza de entonces, siendo catedrático de las partes que ésta comprendía, y hoy se hallan en diferentes agrupaciones de asignaturas, el lector en sagrada Teología y en Filosofía, Fr. Félix Torá. No creemos inútil dar á la historia estos modestos nombres, que debieran no estar olvidados.

Pero como ya entonces estos estudios dejaban mucho que desear á los que se consagraban á las ciencias físicas y naturales, y no podían satisfacer los deseos del joven Anel, se propuso completarlos en Barcelona; así, si bien se matriculó en el Real Colegio declarado más adelante de Medicina y Cirugía, ganando los cursos correspondientes a los siete años, que luego completaron por la última reforma de 1827 la carrera profesional médico-quirúrgica, se esmeró con todo celo en perfeccionar los estudios anteriores, ganando á la vez en 1826 el curso de Agricultura y Botánica en el jardín botánico de la Real Junta de Comercio del principado de Cataluña, bajo la dirección de Dr. D Juan Francisco de Bahi; en el siguiente de 1897, ganó el de Físico-Química en el Real Colegio de S. Victoriano de dicha capital, explicado y demostrado por el Dr. D. José Antonio Barcells: y en 1828 uno de Historia Natural en el mismo Real Colegio, explicado por el Dr. D. Mateo Plandiure.

No le distrajeron estos varios estudios de los fundamentales y propios de su carrera, supuesto que en todas las asignaturas de ella obtuvo la nota de sobresaliente, que entonces era tanto más difícil de adquirir y conservar, cuanto el examen de cada año llevaba consigo, según la organización y régimen de los colegios, nuevo examen y la rectificación de las censuras obtenidas en los años anteriores. Además, se graduó de Bachiller en Filosofía, o en Artes, según la denominación aceptada, y según entonces se hacía; y al terminar los estudios de Cirugía médica en 1826, hizo oposición al premio de la medalla de oro, obteniendo tres votos para el primer lugar, contra cuatro que obtuvo otro más afortunado contrincante, y la unanimidad para el segundo lugar. También, según la reglamentación de entonces, adquirió el grado de Bachiller en Cirugía médica, y en 1827, conformándose con el nuevo arreglo de la Facultad, el de Bachiller en Medicina. En 1828 obtuvo en el propio Real Colegio el grado de Licenciado en Medicina y Cirugía. Dedicado entonces á la práctica de su profesión, la ejerció como Médico titular por cerca de dos años en el pueblo de su naturaleza, al que le ligaba el afecto á su querida madre, que aún vivía, y á otros parientes: pero, sin embargo, ardía en deseos de dedicarse á una práctica más extensa, en que pudiera dar rienda á su grande actividad y á su decidida afición á la medicina militar.

Ocasión favorable a sus deseos le presentó la organización dada en 1829 al Cuerpo de Médico-Cirujanos del Ejército, retardada por causas, cuya referencia no es de este lugar, hasta fin del año siguiente, en que aquellas cesaren. Así, tomó parte en Barcelona en las oposiciones, que siendo simultaneas en otras capitales, dieron por resultado la primera promoción de la inolvidable pleyada de Médicos-Cirujanos jóvenes, que tan brillantes servicios habían de prestar en la guerra civil que ya se temía, y en la que varios de ellos habían de ser y fueron sangrientas víctimas de su deber, o de su lealtad. Obtenido su primer destino militar (en 22 de Febrero de 1832) y trasladado sucesivamente del regimiento Infantería de Gerona al de Bailén, y de éste al primer batallón del primero citado, recorrió en el propio año la escala de tercero á segundo y primer profesor, con cuyo empleo efectivo pasó desde luego al ejército del Norte, al que dicho regimiento fue destinado desde el llamado de observación de Portugal.

Entre otros sacrificios que ya había exigido de Anel la vida militar, fue el más sensible a sus afecciones su separación de su esposa, según exigía la agitada vida de campaña. Se había enlazado en Barcelona en 1830 con Doña Francisca Malet y Simón, natural de la villa de Camprodon en Cataluña, de la actual provincia de Gerona, que tierna compañera le acompañaba hasta entonces, y que sumisa se resignó á esperar en modesto retiro el éxito de aquella guerra tan obstinada, cuando aún lloraba la temprana muerte del primer fruto de su matrimonio. Superior, empero, á las contrariedades de la suerte, no era su carácter menos firme que el de su esposo, para el que nada había superior al rígido cumplimiento de su deber. Era entonces Anel un joven entusiasta, y se proponía llevar sus auxilios á las filas y socorrer a los heridos. como lusco lo verificó, sin cuidar de su propia vida.

Seria trabajo ímprobo, y ajeno de estos apuntes, describir todos los servicios que el profesor Anel prestó en aquella malhadada pelea, en que, como en todas las civiles, se malgastaba un valor que variamente las pasiones aquilataban, como en tales casos sucede; ni seria breve detallar sus afanes, ya recogiendo y curando los heridos en las mismas líneas, como entonces atrevidamente se practicaba, ya organizando hospitales de ambulancia, ya montando enfermerías provisionales, ya, en fin, iniciando mejoras en varios ramos sanitarios. Constan en su brillante hoja de servicios cerca de sesenta acciones á que en aquella guerra civil asistió, tanto en el ejército del Norte como en el del Centro desde 1839, contándose entre ellas algunas gran- des batallas, levantamientos de sitios, reconquistas de plazas, sorpresas, etc. Pero si tantas veces expuso su vida por salvar las de los heridos, y aun tuvo la gloria de serlo él mismo en tan humanitario arrojo, no por ello descuidó el especial estudio de la organización de este servicio y de las mejoras de que era susceptible el material de ambulancias, improvisado en su mayor parte. Este material distaba mucho entonces de la perfección que como material ligero ha adquirido después, y su adaptación y uso debieron el primero y más trascendental impulso al primer ayudante Anel: porque recogiendo los rudimentarios gérmenes que existían, supo hacer que fructificasen y se perfeccionaran, así como la institución misma que hoy se ostenta lozana, pero no más que ya el en sus juveniles entusiasmos la imaginara, según hemos de indicar. Urgía ante todo rehacer, dar complemento al servicio de levantar, conducir y retirar los heridos del campo de batalla, y sus esfuerzos para este objeto no fueron inútiles. La plana menor facultativa, que así se llamaba, se componía provisionalmente en aquellas y en otras posteriores campañas de practicantes que se reclutaban entre los cirujanos civiles, o entre los estudiantes más o menos adelantados en las escuelas médicas, o ya amaestrados en los hospitales, tanto civiles como militares. Esto no constituía una verdadera organización, y faltaba en ella un número bien adiestrado de camilleros. El Jefe de Cirugía del Ejército, cuyo servicio sanitario, a pretexto de resarcimientos o de políticas exigencias, se encontraba recientemente en un fatal dualismo facultativo, después que había ya logrado con infatigable constancia acopiar grandes recursos, comprendió la necesidad de dar perfección al material sanitario y sobre todo a los medios de retirar los heridos en un país tan accidentado. A aquel ilustre y veterano jefe, Dr. D. Pedro Viela, se debió una primera reforma, que convirtió las imperfectas camillas de la legión argelina que se usaban, en verdaderas camas portátiles, con sólo la adición de improvisados travesaños de madera con un aro de hierro en cada extremo: pero la perfección de esta camilla rudimentaria se debió más adelante á Anel, bien que asociado a otros compañeros. Pocos saben ya —¡tal es el olvido que persigue á los hombres útiles, tanto como modestos! - que por consecuencia de vivas instancias del primer ayudante Anel, y su constancia en exponer al General en Jefe la urgencia de proveer a la mejora de la camilla y de su servicio, haciéndose eco de la necesidad sentida por sus compañeros (1). dicho General nombró una comisión (2), presidida por D. León Anel, para que propusiese un modelo de camillas, y decretó la formación de compañías o secciones sanitarias. El presidente de esta comisión fue el verdadero inventor de la que se llamó, y conserva su nombre, ya histórico, parihuela manual de campaña. En estos utilísimos y fecundos trabajos ocupó Anel los pocos momentos de descanso que las activas operaciones de la División á que pertenecía (5.ª del Ejército del Norte) pudieron permitirle: y poseemos el borrador en que los consignó, precioso autógrafo, que debimos á su amistad, y contiene las enmiendas que fue sufriendo, siendo acaso por esto mismo más curioso que el corregido que presentó á la Autoridad militar citada con fecha 28 de mayo del expresado año en Hernani (3). En las mismas correcciones á que sometía este escrito, se estudian los inconvenientes que evitaba y las perfecciones que añadía; la exposición es severa, concisa, sin que nada sea ocioso: por su mano están trazados, corregidos y sujetos a escala los primeros dibujos de las camillas, y de cada una de sus partes componentes: y son dignos de atención los detalles para el personal, que sólo fue entonces de camilleros, distribuidos por secciones en cada batallón, que conducían lo necesario para armar las camillas y trasladar á los heridos, con una minuciosa instrucción para todo esto. Conservamos dicho autógrafo como un histórico recuerdo y como indeleble punto de partida, por más que sea de muy pocos conocido, para las sucesivas y laudables mejoras obtenidas después.

Pero no bastaban estos trabajos á la incansable actividad de Anel: habiéndole hecho ver la experiencia que quedaba insuficiente la organización del Cuerpo de Sanidad militar, aun después de la debida al decreto orgánico de 30 de Enero de 1836, se dedicó a estudiar con otros compañeros, igualmente entusiastas, una nueva organización, y su empeño llegó hasta formularla en un reglamento que, con fecha en San Sebastián a 2 de Marzo de 1838, fue elevado á la alta consideración de S. M. la Reina Gobernadora, con las bases de una institución enteramente militar, que comprendía desde Director general hasta soldados de Batallones sanitarios (4). Así, á Anel corresponde en España la iniciativa en formar un Cuerpo de Sanidad completamente especial, y que fuese a la vez un plantel de jóvenes médicos, educados para el servicio del propio instituto. Lástima es, y un gran vacío en la historia de nuestra medicina militar, que estos trabajos, que en un tiempo tuvieron cierta publicidad, se hallen hoy solamente, si bien cuidadosamente conservados, ocultos entre los preciados papeles de algún raro contemporáneo. También conservamos autógrafos los dictámenes y escritos que precedieron a su redacción.

Estos afanosos estudios no estorbaron al primer Ayudante Anel seguir sin interrupción su servicio, como lo prueban las gracias y distinciones que obtuvo por ellos. Ya antes había sido declarado en dos ocasiones benemérito de la patria, y obtenido cuatro veces la cruz de Caballero de Isabel la Católica: obtenía también la cruz laureada de distinción de la batalla de Mendigorria, y la general concedida a los que libertaron á Bilbao de su tercer sitio. Después, y habiendo sido herido en fines de Octubre de 1837, mientras socorría á los heridos en Urnieta, obtuvo los honores de Viceconsultor. Habiéndose ocupado activamente en combatir el tifus que hacía estragos en San Sebastián, así como el escorbuto, escribió en 1838 una memoria sobre estas epidemias, por la que mereció los elogios del Subinspector de Medicina de los Ejércitos del Norte. Sería prolijo enumerar los combates á que asistió y la asiduidad con que atendió a los hospitales: asimismo, tanto durante la epidemia del cólera en 1834, como la del tifus en Bilbao en 1836, asistió á cuantos paisanos pobres reclamaron su auxilio, por lo que fue más adelante distinguido con la especial cruz de Epidemias.

En el Ejército del Centro, al cual fue destinado a mediados de 1839, preparó en Teruel, comisionado para ello, y aprovechando las forzosas detenciones á que obligó al Ejército el crudo temporal de nieves que precedió y acompañó a la entrada del año de 1840, un abundante surtido de objetos de curación de heridos, y numerosas cajas de ambulancias, tanto para las divisionarias y de brigadas, como también para los regimientos, reponiendo los que aún se llamaban botiquines de éstos, como de los cuarteles generales. Suya fue la traza y forma de aquellas cajas, acaso las más á propósito para ser trasportadas por tan fragosos senderos, y utilizadas sin detener la marcha: su conveniencia entonces fue incontestable, dadas aquellas circunstancias. A su próvida iniciativa se debieron también las amplias tiendas-hospitales, que estrenadas en el sitio del fuerte de Aliaga, fueron utilizadas en el resto de la campaña.

Al concluirse aquella porfiada lucha, el primer Ayudante Anel, que ostentaba varias distinciones, y era ya Consultor supernumerario, pudo tener la satisfacción de reunirse con su esposa, que le aguardaba en Barcelona: luego siguió desempeñando sus activos destinos, hasta que le correspondió pasar a ser Jefe de Sanidad militar de distrito, y lo fue sucesivamente en el de las Baleares, en las Provincias Vascongadas, en Castilla la Nueva, en la Capitanía general de Andalucía, y segunda vez en la Nueva Castilla. No perdió, sin embargo, las coyunturas que estas traslaciones le ofrecieron para completar su carrera, para ponerse en contacto con sociedades literarias, y para dar libre curso á su afán por el servicio y perfeccionar en su alcance, cuanto le pertenecía. Ya había merecido ser nombrado socio corresponsal del Instituto -Médico Español en fin de 1840, cuando aprovechando hallarse destinado en Madrid, se graduó de doctor académico en Medicina y Cirugía en la Universidad Central, honor que ambicionaba, y que los servicios militares le habían impedido adquirir, hasta que solemnemente fue investido en 25 de Junio de 1846. Más adelante, en 1848, la Academia provincial de Ciencias y Letras de las islas Baleares, donde se hallaba, le nombró socio residente de la misma, nombramiento que siguió luego conservando como corresponsal; y en 1860, el Instituto Médico Valenciano, incansable cultivador de las ciencias médicas, le nombró su socio adicto.

Entre tanto, precedido por los honores y graduaciones de empleos superiores al de su colocación en la escala de antigüedad, y siendo ya Subinspector de primera clase en el cuerpo de Sanidad militar, obtuvo por elección, en 29 de Noviembre de 1858, el empleo de Inspector con destino á la Junta Superior Facultativa: en esta era entonces muy útil su experiencia en el servicio de hospitales y de ambulancias, cuyo material debió bien pronto restaurarse. Esta su especial idoneidad pudo demostrarse luego; porque decidida la guerra contra el imperio marroquí en 1859, y elegido, conforme a su categoría, para jefe de Sanidad del Ejército que se destinaba á África, fue favorablemente acogido por el Jefe de dicho Ejército, que era el propio Ministro de la Guerra, Teniente general D. Leopoldo O'Donnell, Conde de Lucena, cerca del cual, y en angustiosas circunstancias, había ya servido en la guerra civil. Logró, pues, que se le facilitase numeroso, experto y brillante personal médico y farmacéutico, abundante material de ambulancias, surtido de medios de conducción, de tiendas-hospitales y de alojamiento, y de objetos para curación, aumentados luego de un modo casi fabuloso por los donativos que á porfía allegaban las familias pudientes y las clases todas de la sociedad, entusiasmadas por la guerra más popular que España emprendiera después de la colosal de principios del siglo.

Grande firmeza de ánimo era necesaria, cuando el cólera diezmaba cruelmente nuestro Ejército, más aún que el implacable enemigo, para montar extensos socorros médicos en una plaza tan reducida como Ceuta; pero no se desmintió allí el valor decidido del Director de aquel servicio. Un golpe fortuito, recibido en un pie, en la acción de 30 de Noviembre, y un ataque del cólera reinante, lo retuvieron en Ceuta, y en cama, hasta que en 15 de Enero de 1860, trasladándose por mar al fuerte Martin, pudo incorporarse al Cuartel general: pero en Ceuta misma, unas veces desde su lecho de enfermo, otras marchando apoyado en una muletilla o bastón, logró, activamente secundado por los jefes y oficiales que tenía á sus órdenes, montar hospitales suficientes para tanta urgencia. Así, en todo el mes de Enero llegaron a contarse diez hospitales, en otros tantos diferentes locales, con el principal o propiamente militar, llamado allí Hospital Real, otro flotante para convalecientes del cólera en un bergantín anclado en el puerto, y además cuatro grandes vapores, que convertidos en buques-hospitales, recibían heridos y á veces enfermos, y los transportaban á los del litoral, en la península. Una voluntad de hierro sostenía á Anel, muy quebrantado de salud, y no bien repuesto de sus padecimientos en Ceuta, en medio de los cuales contestaba con energía á los que le aconsejaban descanso: “ni un solo dia estoy de baja, “ y así era, en efecto. Todo lo vigilaba, dirigía y remediaba; montaba á caballo y acudía á recorrer las ambulancias durante los combates, a guiar las conducciones á los embarques, a determinar los que debían permanecer en África, á activar los auxilios de todas clases: y, sin embargo, trabajaba incesantemente en la oficina de su Dirección, y recogía, coordinaba, y corregía por sí mismo cuanto pudiera conducir a llevar a cabo la minuciosa estadística de enfermos y heridos, de su asistencia y evacuación á España. Se complacía en ver el buen éxito que las secciones sanitarias organizadas bajo su dirección desde la guerra civil presentaban en ésta, en la cual ningún herido dejó de retirarse y ser socorrido lo más inmediatamente posible, y comprobaba con la fruición de quien ha hecho una cosa útil, la aplicación de la camilla, llamada ya entonces camilla Anel, que desde 1847 se había dedicado á perfeccionar y presentado al fin en 1859 al Director general del Cuerpo, que la aprobó, y fue el modelo de todas las destinadas á las ambulancias. Construida esta camilla a imitación de la inventada para el Ejército del Norte, la había perfeccionado con esmero, resultando más trasportable, armada con más prontitud y solidez, y disminuido su peso. La camilla Anel ha sido después ventajosamente modificada, hasta el punto de que la que actualmente se usa es acaso la que mejores condiciones reúne entre las demás de los ejércitos de Europa: pero aquella. conservando el nombre de su autor, obtiene honroso lugar entre los varios modelos que enriquecen el Parque sanitario militar de Madrid, y es un justo tributo pagado a los escuerzos de su inventor.

No bastando las tiendas de ambulancia para los hospitales de inmediatos socorros, procuró Anel y logró la formación de bien entendidos barracones, que fueron de grande utilidad; y luego que las tropas entraron en Tetuán, también estableció allí hospitales, que estuvieron asistidos por suficiente personal facultativo, y merecieron la esmerada inspección y vigilante atención del Director de su servicio.

Terminada aquella guerra, y viniendo á Madrid con el Ejército victorioso, volvió a ocupar su puesto, como Inspector, en la Junta Superior Facultativa de Sanidad militar el Excmo. Sr. D. León Anel, que por premio de sus servicios en África recibió de manos de S. M. la Reina la distinción de la Gran Cruz de Isabel la Católica: desempeñó las delicadas comisiones de su destino, presidiendo repetidas veces el tribunal para las oposiciones de aspirantes á entrada en el Cuerpo, y en alguna ocasión actuó como juez en las de Cátedras, sin que más se desmintiese su incansable actividad.

Llegada en fin la edad reglamentaria para cesar en el servicio activo, obtuvo su retiro en 18 de Abril de 1866: satisfecho con su brillante historia, empezó entonces á disfrutar tranquilo de los goces que proporciona una familia dedicada a hacerle llevaderos sus obligados ocios, o más bien los cuidados que da á un padre cariñoso el porvenir de los que con su nombre, han de continuar sus tradiciones. Entre sus más preciadas satisfacciones fue una la de ver concluida la carrera del único varón que lleva su apellido, y que establecido ventajosamente, obtenía ya un distinguido puesto en la enseñanza.

Empero toda la vigorosa resistencia de nuestro amigo y compañero no fue enteramente superior a la terrible impresión que le produje la muerte de su esposa, ocurrida en 1874 repentinamente, cuando todo hacía esperar alguna tregua en sus largos padecimientos. Quedábanle en su compañía tres cariñosas hijas, y más tarde, alejado su hijo D. Federico Anel y Malet con su familia del país vascongado, de su residencia, por la agitación de la guerra, ha tenido también el consuelo de cerrar los ojos al querido y respetado padre, que atacado de un catarro pulmonal que al principio parecía superable, fue seguido de un derrame seroso cerebral, que le permitió extinguirse en suave y tranquilo descenso, rodeado de cuanto amaba, y dejando un grato recuerdo de su sencilla y honrada vida, de su abnegación en el cumplimiento de sus deberes y de una modestia poco común en esta época de propias exhibiciones.

Era el Excmo. Sr. D. León Anel enemigo de ostentar lo que valía, y hasta parecía ignorarlo él mismo. Sus escritos, en que dominaba un juicio severo y una intención recta, apenas son conocidos más que de sus amigos, y sólo imprimió alguna inaugural de las Academias médico-militares que presidió: todos, como escritos médicos, estaban impregnados de una tendencia práctica y de una prudencia tal, que no excluían las diferentes apreciaciones de los demás. Sólo era enérgico en reclamar el bien del herido o enfermo, o en exponer la manera de conseguirlo. Su espíritu se hallaba marcado en la exposición que promovió y redactó en 1838, impresa aquel año en San Sebastian. Trabajaba en silencio en modificar sus procederes operatorios y en adaptar á ellos los instrumentos, sin que hiciese de ello mérito. ¿Quién sabe hoy que modificó ventajosamente la pinza de Belloc para servirse de ella en la ligadura de vasos profundos? ¿ Quién que ideó un botón herniario para suplir los bragueros elásticos? ¿Quién que inventó una pinza de pasador con espátula, de la que se servía para ligar arterias? ¿Quién su constante preocupación por las curas tardías, por las evacuaciones de pus sin el contacto del aire, y el achicamiento de las superficies privadas de piel ? Este exceso de modestia es la única cualidad que, por no ser útil, podría reprenderse en el jefe que hemos procurado reseñar en estos apuntes.

Meros narradores nosotros de los hechos más culminantes y de los servicios más conocidos del Doctor Anel, creemos ser imparciales, y no encomiadores; que nos complacemos en hacer justicia al mérito, tanto como repugna á nuestros sentimientos toda tendencia apasionada: y mucho nos satisface rendir justo homenaje ante la tumba del que fue nuestro compañero en días de prueba y de sacrificio.

(1) Exposición de 11 de Enero de 1837.

(2) En 28 de Febrero de 1837.

(3) La aprobación fue inmediata.

(4) Extractamos de él las siguientes bases: - 1.ª Que el Cuerpo llenase todos los extremos que abraza el servicio de Sanidad del Ejército. – 2.ª Proporcionar en todos tiempos un número más que suficiente de los Profesores más instruidos, para honor de la Nación y utilidad del Estado. -3.ª Regularizar y mejorar el ramo de cuenta y razón, con conveniente economía. — 4.ª Que las mejoras, lejos de aumentar gastos, los disminuyesen. -5.ª Conciliar los intereses nacionales con los individuales, atendido el personal que existía entonces.

JOSE M. SANTUCHO.

Informacion correspondiente a :

La Gaceta de Sanidad Militar

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