ELOGIOS A UNA MUJER ARAGONESA DE ESTADILLA
CRISTINA CABRERA Y HEREDIA
Podríamos
escribir muchísimo de la persona de “Cristina Cabrera”, personaje que aun
nacida en Borja en 1837,la consideramos también nuestra, ya que su historia la
desarrolla gran parte en Estadilla y es la primera de la generación de los
Cabrera que se imponen en Estadilla. Si queremos saber de ella, solo tendíamos
que leer el libro de Ernesto Fernandez-Xesta y Vazquez, en el que relata hechos
como que: fue responsable de establecer en Estadilla un colegio desde 1869
hasta la guerra civil, para niñas estadillanas con la colaboración de las
Hermanas Carmelitas Terciarias Tarraconenses en el interior del antiguo
Hospital, fue propietaria junto con sus hermanos Dolores y Lorenzo del 50% del
balneario, ya que el otro 50 correspondía a la baronesa de Menglana.
Hija
de Lorenzo Cabrera Purroy y Gregoria Heredia Godino, siendo su propia madre la
que heredo “el palacio” construido por los Abbad y es este el momento de la
historia que “el palacio” pasa de la familia Abbad a la familia Cabrera.
El año
1865 fallece su padre y un año después, Cristina se casa con Pedro Abbad de
Orteu y fallece su madre. Desde ese momento Cristina idea la construcción de un
panteón familiar corriendo a cargo de ella, obra que duro de enero a noviembre
de 1866 y donde en la actualidad se encuentran varios familiares en el.
Su
marido Pedro Abbad de Orteu, baron de Torres Arias, falleció en Estadilla en
1896. Y dos años después una vez viuda Cristina intenta reclamar la pensión de
orfandad por la muerte de su padre Lorenzo Cabrera, pero le fue negada, ya que
la cobraba su hermana Dolores
Todo
esto es solo un escaso resumen, pues la vida de Cristina Cabrera, bien merece
un libro y no para leerlo y colocarlo en una librería, si no para “empaparse”
los habitantes de Estadilla de su vida.
En el
Diario de avisos de Zaragoza del 7 de enero de 1908, en su Crónica principal
publica un artículo sobre la “MUJER ARAGONES”, resaltando la figura de una
estadillana y decía lo siguiente:
MUJER
ARAGONESA
¿Por
qué no han de lograr necrología las mujeres de mérito, como la alcanzan los
hombres de igual condición? ¿Y por qué han de llamarse mujeres de mérito
solamente aquellas cuyos títulos empiezan donde acaba su feminismo, es decir,
la marimacho guerrero o la marimacho literal?
Yo
quiero hablaros hoy de una que fue aquello, sin ser esto ni esotro: ha muerto
hace seis días; llamábase Cristina Cabrera.
Siempre
recordaré su figura robusta cuasi gigantesca, de osamenta fuerte de formas bien
armonizadas; su fisonomía enérgica y tranquila , sus ojos siempre jóvenes;
aquel que yo llamaba su “andar quieto”, por no hallar frase más lógica para
definir unos pasos rectos, seguros, iguales, con que avanzaba sin conmover el
fuerte y erguido cuerpo; su hablar pausado y bien medido; y, sobre todo, su
humor, humor aragonés, abierto, sobrio, un poco escéptico -an las cosas no de
fé- zumbón un mucho en aquellas que merecían zumba; era, en verdad el modelo de
la mujer equilibrada; el tipo justo de la mujer de Ribagorza, tipo cuasi sin
sexo, porque en aquel país, hombres y mujeres tienen un temple mismo: allí,
para designar un carácter, tanto vale decir Cristina Cabrera como Benito Coll;
Concha Zaidin como Francisco Codera; Josefa Laguna como Vicente Pinies,
¡bendita raza!
Muchas
veces ha prolongado su grata conversación en el breve trecho que separa la
iglesia de Jerusalén, en donde oía misa, de la casa donde vivía en Zaragoza. Me
agradaba oírla contar, sobria y pintoresca, su vivir compartido entre su casal
de Estadilla y su familia de acá; condenar, con llaneza sin hiel, a los que
olvidan, por extrañas playas, la hacienda propia y el nativo país; burlarse
finamente de las gentes de ciudad que se quejan de unas horas de viajar en
diligencia; ella, siendo muchacha, había hecho varias veces el viaje de Huesca
a Jaca y también a través del Pirineo en mulo aparejado con silletas; aquello
eran viajes largos y malos, no unas horas de Sabiñánigo a Panticosa en coche de
sopandas , o en buena diligencia de seis caballos.
Era
llana en su trato, y en ello mismo demostraba su nobleza de sangre: tenia
derecho a llamarse Baronesa de Torre-Arias; más, cuando alguien, en las
formulas de una presentación, la daba el título, ella decía siempre, como
rectificando: -“Cristina Cabrera.”
Recordabame
aquel gran ministro y gran sabio que contestó a Dª Isabel II, cuando le ofrecía
un título ducal: -“Señora, yo nunca seria sino Alejandro de Castro.”
Era
creyente como lo es la mujer de nuestra tierra; lo era con el valor tranquilo
que no se exalta ni decae; no se negó a la calle y a la iglesia en los días de
revuelta en que cuatro salvajes sin ideas ni cultura declararon fuera del
derecho de gente la oración y escapulario.
Del
mismo modo era patriota. Con su Ribagorza, su Estadilla, los pobres de su
tierra, las monjas de su pueblo, ocupaba de continuo el animo y desocupada con
frecuencia el bolsillo; lo supe por fama remota, y lo comprobé no ha mucho por
inmediata observación viéndola comprar cosas de Iglesia en una almoneda
aristocrática. –“Es para mis monjas de Estadilla; preparo ya mi entierro.”
Deciame
esto para explicarme la compra de unos grandes candelabros negros y amarillos
que formaban parte de un lote numeroso de objetos de culto. “Se nos pierde
Aragón, la dije, señalando toda aquella liquidación tristísima.”
Ella
negó con la cabeza. “Mientras no logren hacer almoneda en mi país, habar
Aragón, me dijo. “
Alla no vendemos las cosas.
Tienes razón, mi buena, mi
difunta amiga; aún vive Aragón en tu tierra inmutable; vive en los caracteres
de sus hijos y en la tradición de sus casas. Tu alma fuerte vivirá en las almas
de tus compatriotas del Reyno antiguo. Descansa en paz, noble señora. Mujer
vulgar, que ni luchaste ni escribiste; Dios depare muchas como tú, para
defender, para ilustrar a un pueblo.
Escrito por Juan Moneva y
Puyol.
En Zaragoza, día VIII de
enero, año de MCMVIII
Fuentes
Información Hemeroteca prensa de Zaragoza (Diario de avisos
07 de enero de 1908)
Información y fotografía del libro de Ernesto
Fernandez-Xesta. El Infanzón Aragonés; realidad, estructura y evolución. El
linaje de los Abbad, de Estadilla (Huesca)
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