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martes, 17 de enero de 2023

MUJER ARAGONESA

 

ELOGIOS A UNA MUJER ARAGONESA DE ESTADILLA

CRISTINA CABRERA Y HEREDIA

Podríamos escribir muchísimo de la persona de “Cristina Cabrera”, personaje que aun nacida en Borja en 1837,la consideramos también nuestra, ya que su historia la desarrolla gran parte en Estadilla y es la primera de la generación de los Cabrera que se imponen en Estadilla. Si queremos saber de ella, solo tendíamos que leer el libro de Ernesto Fernandez-Xesta y Vazquez, en el que relata hechos como que: fue responsable de establecer en Estadilla un colegio desde 1869 hasta la guerra civil, para niñas estadillanas con la colaboración de las Hermanas Carmelitas Terciarias Tarraconenses en el interior del antiguo Hospital, fue propietaria junto con sus hermanos Dolores y Lorenzo del 50% del balneario, ya que el otro 50 correspondía a la baronesa de Menglana.

Hija de Lorenzo Cabrera Purroy y Gregoria Heredia Godino, siendo su propia madre la que heredo “el palacio” construido por los Abbad y es este el momento de la historia que “el palacio” pasa de la familia Abbad a la familia Cabrera.

El año 1865 fallece su padre y un año después, Cristina se casa con Pedro Abbad de Orteu y fallece su madre. Desde ese momento Cristina idea la construcción de un panteón familiar corriendo a cargo de ella, obra que duro de enero a noviembre de 1866 y donde en la actualidad se encuentran varios familiares en el.

Su marido Pedro Abbad de Orteu, baron de Torres Arias, falleció en Estadilla en 1896. Y dos años después una vez viuda Cristina intenta reclamar la pensión de orfandad por la muerte de su padre Lorenzo Cabrera, pero le fue negada, ya que la cobraba su hermana Dolores

Falleció el 1 de enero de 1908 a las doce de mediodía con 70 años de edad, su cadáver fue conducido el día 3 a las cinco de la mañana desde la casa mortuoria, independencia 11, a la estación del Norte en Zaragoza, para ser trasladada al panteón de la familia en la villa de Estadilla y que ella misma mando construir

Todo esto es solo un escaso resumen, pues la vida de Cristina Cabrera, bien merece un libro y no para leerlo y colocarlo en una librería, si no para “empaparse” los habitantes de Estadilla de su vida.

En el Diario de avisos de Zaragoza del 7 de enero de 1908, en su Crónica principal publica un artículo sobre la “MUJER ARAGONES”, resaltando la figura de una estadillana y decía lo siguiente:




MUJER ARAGONESA

¿Por qué no han de lograr necrología las mujeres de mérito, como la alcanzan los hombres de igual condición? ¿Y por qué han de llamarse mujeres de mérito solamente aquellas cuyos títulos empiezan donde acaba su feminismo, es decir, la marimacho guerrero o la marimacho literal?

Yo quiero hablaros hoy de una que fue aquello, sin ser esto ni esotro: ha muerto hace seis días; llamábase Cristina Cabrera.

Siempre recordaré su figura robusta cuasi gigantesca, de osamenta fuerte de formas bien armonizadas; su fisonomía enérgica y tranquila , sus ojos siempre jóvenes; aquel que yo llamaba su “andar quieto”, por no hallar frase más lógica para definir unos pasos rectos, seguros, iguales, con que avanzaba sin conmover el fuerte y erguido cuerpo; su hablar pausado y bien medido; y, sobre todo, su humor, humor aragonés, abierto, sobrio, un poco escéptico -an las cosas no de fé- zumbón un mucho en aquellas que merecían zumba; era, en verdad el modelo de la mujer equilibrada; el tipo justo de la mujer de Ribagorza, tipo cuasi sin sexo, porque en aquel país, hombres y mujeres tienen un temple mismo: allí, para designar un carácter, tanto vale decir Cristina Cabrera como Benito Coll; Concha Zaidin como Francisco Codera; Josefa Laguna como Vicente Pinies, ¡bendita raza!

Muchas veces ha prolongado su grata conversación en el breve trecho que separa la iglesia de Jerusalén, en donde oía misa, de la casa donde vivía en Zaragoza. Me agradaba oírla contar, sobria y pintoresca, su vivir compartido entre su casal de Estadilla y su familia de acá; condenar, con llaneza sin hiel, a los que olvidan, por extrañas playas, la hacienda propia y el nativo país; burlarse finamente de las gentes de ciudad que se quejan de unas horas de viajar en diligencia; ella, siendo muchacha, había hecho varias veces el viaje de Huesca a Jaca y también a través del Pirineo en mulo aparejado con silletas; aquello eran viajes largos y malos, no unas horas de Sabiñánigo a Panticosa en coche de sopandas , o en buena diligencia de seis caballos.

Era llana en su trato, y en ello mismo demostraba su nobleza de sangre: tenia derecho a llamarse Baronesa de Torre-Arias; más, cuando alguien, en las formulas de una presentación, la daba el título, ella decía siempre, como rectificando: -“Cristina Cabrera.”

Recordabame aquel gran ministro y gran sabio que contestó a Dª Isabel II, cuando le ofrecía un título ducal: -“Señora, yo nunca seria sino Alejandro de Castro.”

Era creyente como lo es la mujer de nuestra tierra; lo era con el valor tranquilo que no se exalta ni decae; no se negó a la calle y a la iglesia en los días de revuelta en que cuatro salvajes sin ideas ni cultura declararon fuera del derecho de gente la oración y escapulario.

Del mismo modo era patriota. Con su Ribagorza, su Estadilla, los pobres de su tierra, las monjas de su pueblo, ocupaba de continuo el animo y desocupada con frecuencia el bolsillo; lo supe por fama remota, y lo comprobé no ha mucho por inmediata observación viéndola comprar cosas de Iglesia en una almoneda aristocrática. –“Es para mis monjas de Estadilla; preparo ya mi entierro.”

Deciame esto para explicarme la compra de unos grandes candelabros negros y amarillos que formaban parte de un lote numeroso de objetos de culto. “Se nos pierde Aragón, la dije, señalando toda aquella liquidación tristísima.”

Ella negó con la cabeza. “Mientras no logren hacer almoneda en mi país, habar Aragón, me dijo. “

    Alla no vendemos las cosas.

    Tienes razón, mi buena, mi difunta amiga; aún vive Aragón en tu tierra inmutable; vive en los caracteres de sus hijos y en la tradición de sus casas. Tu alma fuerte vivirá en las almas de tus compatriotas del Reyno antiguo. Descansa en paz, noble señora. Mujer vulgar, que ni luchaste ni escribiste; Dios depare muchas como tú, para defender, para ilustrar a un pueblo.

Escrito por Juan Moneva y Puyol.

En Zaragoza, día VIII de enero, año de MCMVIII

 

Fuentes

Información Hemeroteca prensa de Zaragoza (Diario de avisos 07 de enero de 1908)

Información y fotografía del libro de Ernesto Fernandez-Xesta. El Infanzón Aragonés; realidad, estructura y evolución. El linaje de los Abbad, de Estadilla (Huesca)

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