En el periódico “ El Mediodía”
publicado el día 24/12/1887 dice:
Es muy
común el que nos lamentemos en todos los tonos de la decadencia que se nota en
nuestra literatura nacional.
En
esta época de fiebre política y de grosero sensualismo, natural era que las
letras se resistieran algo ante el cúmulo de problemas sociales que tanto nos
agitan, pero sin que asintamos por complete á un juicio tan severo que hiera
nuestro orgullo, fuerza es confesar que hay en él un fondo de verdad innegable.
Será,
pues, visible, que haya algún desmayo en el movimiento literario de nuestro
país por las cansas que dejamos apuntadas, pero no se nos negará que el genio
español deje de dar bizarras muestras de lo que vale y de lo que puede.
Lo que
hay es que hoy se escribe más que se publica, y quizás por esto nos juzgamos á
la zaga de otras naciones más afortunadas.
Sugiérenos
estas reflexiones la rápida lectura de un libro, debido á la gallarda pluma de
don Bernabé Romeo, que por casualidad ha caído en nuestras manos.
Algo
sabíamos ya de esta obra por los elogios que habíamos visto en algunas
publicaciones alemanas é inglesas, más conocedoras que nosotros mismos de la
joya de que nos vamos á ocupar; pero estábamos distantes de creer que el libro,
en cuestión, encerraba las bellezas que atesora.
¿Y
quién es D. Bernabé Romeo, se preguntarán nuestros lectores? Pues es un poeta
de alto vuelo, nutrido en los clásicos griegos y latinos con grandísimo fervor,
en el cual la modestia está á la altura de su mérito;
Imprimió
su obra y se ha guardado hasta hoy de entregarla á los escaparates de las
librerías. Raro caso que tiene pocos imitadores.
Hay,
en el libro de que tratamos, traducciones de Safo, Anacreonte y Teócríto,
hechas con tanto gusto, con tanta delicadeza, sencillez y claridad, que pueden
ponerse como modelo al lado del original.
Y es
tal el respeto que el Sr. Romeo guarda á tan eximios autores, que conserva en
la versión el mismo metro y orden en las figuras con que se dieron á luz
aquellas bellísimas concepciones.
¿Qué
extraño, pues, que los extranjeros que han leído este trabajo lo ensalcen como
se merece?.
Difícil
es ir entresacando del libro que examinamos trozos que den una idea acabada de
la galanura y nitidez de la inspiración y depurado gusto del autor, por que
todas las composiciones que contiene seducen desde luego por las altas dotes
que revelan; pero no pasaremos en silencio una oda latina del tiempo de
Virgilio, de una corrección brillante y corte verdaderamente horaciano. Si los sálicos
adímicos de sus estrofas no indicasen el lugar y el tiempo de la acción,
pudieran pasar entre las mejores del gran lírico de Lácio.
Otras
hay en distintos idiomas, tan poétícos y sentidas, que el delito es apoderada
del ánimo repastándose en su lectura, lo cual demuestra cuán injustos son con
nosotros los extranjeros al afirmar que nuestra poesía no enseña, ni ciñe más
que á un convencionalismo que no puede tener gran éxito, si ha de corresponder
á lo que de ella esperan las escuelas modernas,
La
disposición del libro de que tratamos es originalísima, y su conjunto, á pesar
de la severidad clásica que en él domina, es un artístico ramillete de
fragantes flores. Digno, por tanto, es de figurar en el catálogo de las obras
que imprimen algún movimiento en el desarrollo progresivo del arte.
En
este libro se siente, por admirable manera, lo útil, lo bueno y lo ello, lo
cual hace su mayor elogio.
Hay
una tendencia en la obra del Sr. Romeo, que aplaudimos sin reserva; se esfuerza
en reivindicar a la mujer en sus legítimos derechos, haciendo que se la
respete, sin la adoración caballeresca de otros tiempos; que se la instruya,
sin hacerla una empalagosa sabidilla, y á que se la eduque, sin ridicula
mogigatería.
El
pensamiento nos halaga grandemente.
Sin la
salvaguardia de la mujer, no es posible que la sociedad pueda asentarse en
sólidas bases, porque el sentido moral de la mujer es, á nuestros ojos,
superior al del hombre.
Montéjesela cuanto se quiera, ya que ahora
es de moda esta tarea; pero á pesar de todo, será siempre el factor más
importante en la sociedad.
¿Habrá
alguien de tan poca aprensión que oiga con paciencia hablar mal de su madre, de
su hermano ó de su esposa?
Pues
en el mismo caso se encuentran las demás con raras excepciones.
A la
mujer se la exigen heroínas virtudes, y la tenemos en continuo asedio para su
corrupción.
Bien
dijo la célebre monja mejicana al tratar este punto.
Tomadlas
cual las hacéis,
ó
hacedlas cual las buscáis.
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